18/2/14

Entrevista a Manuel Enríquez

¡Hola a todos! Hoy os traemos una entrevista, se la realizamos a Manuel Enríquez, un autor invidente. Es autor de obras como por ejemplo: "Cierra los ojos y mírame", o "Esa tal Dulcinea". Manuel es un ejemplo de superación en todos los aspectos, por eso hemos creído conveniente que la mejor forma de demostrarlo era a través de una serie de preguntas. ¡Adelante!




P. ¿Cuándo comenzaste a escribir?
Dejando modestias aparte, debo reconocer que en el cole, a la hora de redactar era un “figura”. Incluso gané un premio de redacción a nivel nacional cuando tenía 11 años. Lamentablemente en el resto de materias siempre fui un desastre. Dejé los estudios a los 16 años y volví a retomarlos casi con 30 accediendo a la universidad a través de un curso para mayores de 25. Fue en la revista de la facultad “La Garceta de veterinaria” donde empecé a escribir artículos, medio en serio medio en broma bajo el pseudónimo de “Chéspir”. Empecé a perder la vista a mitad de carrera pero, finalmente logré licenciarme e incluso ejercer en mi propia clínica. Cuando el diagnosticar y escribir resultaron imposibles, pasé un par de años en un curioso compás de espera. Para la ONCE yo veía y sin embargo para el resto de la humanidad, me aproximaba más a un topo que a un ser humano corriente. Cuando, finalmente en el año 1999 me afilié en la ONCE, empecé a conocer, aprender y utilizar una síntesis de voz en mi ordenador. También pude acceder a toda la biblioteca sonora de la ONCE. Reencontrarme con la lectura y con la escritura fue una de las mayores satisfacciones que he recibido desde que perdí la vista. A partir de aquí, me dediqué de forma más constante a la literatura escribiendo cuentos y novelas.


P. ¿Cuál sería tu definición de escritor?

¡Buf! Lo que voy a decir no será políticamente correcto, es igual, la corrección política no va conmigo. Desde luego, escritor no es el que se limita a escribir cuentos, poesías o novelas. Si escribes pero no te lee nadie, yo no te llamaría escritor. Quizás “escribidor” fuera un término más adecuado. Para ser llamado escritor tienes que “licenciarte” y esto debería implicar tener al menos una obra publicada y otra en la cajonera lista para asomarse al mundo. El siguiente paso sería un “doctorado en escritura”. Eso solamente lo alcanzan aquellos que logran vivir de sus escritos.


P. ¿Cuánto tardaste en escribir tus novelas? ¿Cuál fue la sensación?

Mi primera novela “Caminos del oro blanco” tardé cerca de seis años en finalizarla. Es una novela medieval y la historia fue divertida. Conté con “musas” que me ayudaron. Había escrito las dos terceras partes de la obra. Lo tenía todo organizado: Los buenos, los malos, la acción y los lugares y con todo el jaleo montado, resultó que no sabía qué hacer con todo aquello. Durante más de cuatro años la novela durmió en el disco duro de mi ordenador. Un fin de semana fuimos de excursión a Sigüenza y entramos en un pequeño bar a tomar una cerveza. El camarero nos contó que estábamos en la plaza de la cárcel, que allí había vivido el verdugo y que era la taberna más antigua de la ciudad. Cuando volvíamos en el tren, le dije a mi mujer. “Ya sé cómo terminar la novela”. Llegué a casa, me puse a escribir y en un par de meses finalicé los capítulos que me faltaban. Presenté la novela a los premios “tiflos” de la ONCE y salí premiado. Con los 3000 € que me dieron hice una autoedición. También pagué “literariamente” la deuda a mis “musas” presentándome de nuevo en la seguntina taberna del Gurugú, incluyendo a Belén y a Alberto, los taberneros, como parte del elenco del final de la obra. La siguiente novela “Cierra los ojos y mírame” (Ed. Destino) apenas tardé seis meses en finalizarla. Son las cosas de tener detrás a un editor espoleando. La última “Esa tal Dulcinea” la completé en algo menos de un año.

P. ¿Recuerdas a quién le firmaste tu primer ejemplar, y la dedicatoria?

No recuerdo ni a quién firmé el último y eso que fue hace un par de días. Soy poco fetichista con las fechas.

P. Cierra los ojos y mírame ha recibido una excelente acogida, ¿por qué crees que ha sido así?

Es una novela pensada para adolescentes. Cuenta con varios puntos interesantes: El primero es avisar a los jóvenes de los peligros del alcohol y de que las imprudencias con un vehículo podemos pagarlas a todo lo largo de una vida. También contamos, sin complejos, como es la adaptación de una persona que, de un día para otro, pierde un sentido tan importante como es el de la vista y, para finalizar, explicamos de una manera fácil, como es el entrenamiento de un perro guía. Creo que la novela cuenta con dos valores importantes: El primero es que nos alejamos de sentimientos paternalistas y el segundo es intentar transmitir que todos tenemos alguna discapacidad que superar. Muchas veces, esta discapacidad es, sencillamente, un prejuicio. Los prejuicios, nuestras propias “comeduras de coco” con respecto a los demás o incluso a nosotros mismos, son mucho más invalidantes que la ceguera.

P. ¿Crees que sigue habiendo una exclusión social hacia las personas invidentes?

Quizás exista esa exclusión pero yo no la siento. Soy de carácter abierto y extrovertido y eso facilita mucho las cosas. Tanto para mí como para las personas que me rodean. La naturalidad a la hora de llevar cualquier problema ayuda mucho.


P. A lo largo de todo este tiempo, ¿a quién te gustaría agradecer especialmente su apoyo?

Por supuesto, a Teresa, mi mujer que es a la vez amiga, crítica, editora y correctora de mis textos.


P. ¿Cómo definirías a “Esa tal Dulcinea”?

Como una compañera divertida, perfecta para acompañarnos en un viaje.


P. ¿Cuál consideras que es la gran diferencia entre una obra y otra?

Todas son absolutamente distintas, nada que ver. La primera, “Caminos del oro blanco” es una novela de aventuras, con buenos y malos, mucha sangre y escenas un tanto escabrosas. Precisé mucha documentación para escribirla. “Cierra los ojos y mírame” es una novela para adolescentes, con algunas escenas intimistas y en ocasiones te deja la lágrima a punto de caramelo. Escribí esta obra a cuatro manos, llevando la parte de un adolescente, David, que pierde la vista por culpa de un accidente. Ana Galán, mi compañera en la aventura, condujo a Blanca, una decidida joven que adopta a un cachorro de futuro perro guía. El final es fácil de adivinar. En “Esa tal Dulcinea”, hago una crítica sencilla y divertida a muchos aspectos de la sociedad actual. No dejo títere con cabeza. El final es absolutamente sorprendente.


P. ¿Qué opinión tienes sobre la autopublicación?

Es un camino perfectamente válido para darse a conocer. Las editoriales al uso, están abrumadas por la gran cantidad de manuscritos que les llegan y, directamente, no hacen ni caso a los nuevos autores. Al final, creo que la culpa es del Word que ha facilitado mucho el trabajo de escribir.


P. ¿Qué le recomendarías a alguien que está pensando en escribir su primera novela?

Que piense si lo que va a escribir le puede interesar a alguien. La vida de nuestra abuela puede ser muy interesante para nosotros pero no importar un pimiento al gran público. Otra cosa que recomendaría con insistencia es que vigilase ortografía y gramática. Una historia interesante se puede venir abajo si el autor escribe “haber” donde debería decir “a ver”.

¡Muchísimas gracias, de antemano, por tus respuestas Manuel!

Gracias a vosotros y a vuestros lectores por dedicarme este ratito.

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