28/11/14

«Esa tal Dulcinea» de Manuel Enríquez

Título: Esa tal Dulcinea

Autor: Manuel Enríquez
Editorial: viveLibro
Páginas: 205
Año de publicación: 2014
Género: Misterio
Precio: 12,35 € versión física; 3,08 € versión digital.

El autor

Tengo el gusto de conocer a Manuel Enríquez personalmente. Fue uno de los invitados a «viveBloggers», ese evento del que ya os hemos hablado muchos bloggers en el que nos reunimos autores, editores y bloggeros para compartir nuestras ideas.

Volviendo a Manuel, nació en Madrid en 1958 y dedicó parte de su vida a trabajar como veterinario. 

Él mismo admite que siempre le había gustado la escritura pero que nunca había conseguido dedicarse plenamente a ello. 

A finales de los años 90 sufrió una degeneración de retina que le dejó ciego. Este obstáculo que a muchos hubiese deprimido no hizo más que motivar a Manuel a buscar nuevas metas. Esto le llevó a explorar esa vieja pasión que tenía guardada dentro desde hace varios años, la escritura.

Esa tal Dulcinea es su tercer obra, y en ella empieza a notarse la madurez que el escritor va consiguiendo trabajo a trabajo. Es una novela bastante alejada de la línea de sus dos primeras obras: Caminos del oro blanco y Cierra los ojos y mírame.

Manuel Enríquez es más que un escritor. Es una historia de superación. Es una historia de sabe reír. Es una historia de felicidad ante todo.


Sinopsis

Intriga, acción y suspense en una disparatada historia policial que le atrapará desde la primera línea. Y es que Esa tal Dulcinea es mucho más que una novela de humor extravagante que le hará desternillarse de risa. Es también una farsa burlesca, una sátira moral y social que retrata sin indulgencia, la decadencia de nuestro tiempo. 

En su palacete del madrileño barrio de Salamanca, la vida transcurría sin mayores sobresaltos para Doña Ana Ordaz Daza Farfán de los Godos y José Gómez Aguilar —unos pintorescos marqueses de dudosa alcurnia—, hasta que una inesperada noticia viene a perturbar la monótona vida de la pareja. Dulcinea, la vergüenza de la familia, una prima de Doña Ana que de joven se marchó a Colombia para casarse con un trompetista negro del cual estaba perdidamente enamorada, acababa de morir dejando como únicos herederos de una millonaria fortuna a nuestros nobles protagonistas. Solamente tendrían que cumplir con su última voluntad: que sus restos descansaran en tierra española. 

El trámite resultaría sencillo: habrían de recoger los restos mortales de Dulcinea en el aeropuerto, trasladarlos a un cementerio, ofrecerles cristiana sepultura y recibir la herencia a continuación. Sin embargo, en esta historia todo es engañoso, nada es lo que parece. 

Ya desde el inicio comienzan a encadenarse un sin fin de situaciones tragicómicas, hilarantes, a cual más descabellada pero tan creíbles como la vida misma, y el camino hacia la ansiada herencia se verá minado por una desconcertante batería de contratiempos, intrigas y dudosos accidentes encarnados por una galería de personajes que van desde unos violentos inmigrantes islámicos hasta unos escrupulosos y delirantes agentes de la benemérita. Como en toda novela negra que se precie, no faltará Braulio, el mayordomo, que seguramente sabe más de lo que aparenta. Pero quien se llevará las palmas —y las palmeras— será Poncho, un enorme gran Danés, unas veces manso y otras no tanto, que será juez y parte de la trama y hará la delicia de los lectores. 

Una novela imperdible, ingeniosa, de ritmo trepidante y con un final inesperado hasta para las mentes más perspicaces. El humor es una constante de la primera a la última página. A través de estos personajes singulares y de sus definitivamente insólitas peripecias, la ágil pluma de Manuel Enríquez logra, con holgura, que el lector tenga la sonrisa asegurada a todo lo largo de la obra.

Omar Alberto González

Reseña

En estos últimos meses estoy sacando muy poco tiempo para leer. Las clases de la Universidad o el estudiar el Curso de Corrección Profesional gastan gran parte de mi tiempo. Sin embargo, tras volver de «viveBloggers« las ganas de volver a ponerme delante de un libro me asaltaron.

Busqué entre los libros que nos habían regalado los chicos de viveLibro (Muchas gracias, de verdad) y vi uno que me llamó la atención. Puede que la portada de Esa tal Dulcinea no sea la más bonita y que probablemente no te entre por los ojos, pero su autor sí que lo hará. Manuel me llamó mucho la atención durante toda la mañana que pasamos juntos. Como alguien con tantos problemas podía ser probablemente la persona más feliz de las que estábamos sentados desayunando. Por ello, tenía claro cual era la primera novela que tenía que leer cuando llegué a casa.

Manuel consigue lo que quiere con su obra: entretener. No aspira a ser una historia atemporal, no aspira a ser un «brebaje» de recursos literarios. Lo único que quiere es divertir al lector. Hacerle un poco más feliz, algo que seguramente es intrínseco a la personalidad de su autor.

Desde el primer momento vas a sonreír. Podríamos decir perfectamente que este trabajo es una burla de las novelas de misterio y policiacas habituales que se toman las cosas con demasiada seriedad. Aquí nada es lo que parece y todos los personajes tienen algo que ocultar, eso sí, desde un punto de vista de lo más cómico.

Mi escena favorita ha sido, sin lugar a dudas, el momento en el que, por motivos que no voy a decir para no chafaros la historia, nuestros protagonistas y unos policías se sientan a intentar canalizar el espíritu de un familiar fallecido, con tal mala suerte que quien contesta a la llamada es cierto «dictador español». Recuerdo  el ir leyendo en el autobús camino a clase y no poder contener la risa tras leerlo.

Sí, carcajadas, porque probablemente llegues a reírte en más de una ocasión. La novela busca conseguir que el tiempo que te lleve su lectura seas un poco más feliz. Lo consigue.

¿Y qué decir del final? Cuando se está acercando la coda de la trama y no sabes bien como Manuel va a conseguir encajar todas las piezas del puzzle te sorprende con un giro de guión que te enseña que además de hacer reír ha madurado muchísimo como escritor.


Sin más, os recomiendo que le deis una oportunidad a Esa tal Dulcinea. Seréis un poco más felices. Seréis un poco más Manuel. 

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